Cuando hablamos de cultura, y en este espacio lo hacemos siempre, nos referimos a un concepto muy amplio que, a su vez, es también bastante concreto. Porque, en realidad, ¿qué es la cultura sino todo ese conjunto de formas de vida que ponen a una sociedad en común y la enriquecen? Alejándonos del sentido más esnobista del término, ese que afirma que solo existe la alta cultura y todo lo demás es consumo y entretenimiento, nosotros nos acercamos a todo aquello que afecta, en mayor o menor medida, a la sociedad. Desde las series más populares hasta el último libro del premio Nobel de Literatura. Desde el fútbol, deporte que para muchos es el o opio del pueblo, a la exposición de arte más vanguardista del museo de turno. Porque todo lo que tiene que ver con la sociedad y sus costumbres puede llegar a ser cultura. Incluido el porno, aunque haya estado siempre marginado como un género maldito.
Por razones obvias, la pornografía se ha desarrollado habitualmente al margen de lo comercial, que no de lo cultural. Irónicamente, a día de hoy el cine porno vive una época espléndida, al menos en lo que a negocio se refiere, moviendo mucho más dinero que otras muchas industrias culturales. Nosotros vamos a tratar precisamente al porno como cultura porque entendemos que lo es en el mismo instante en que pasa a ser algo socialmente significativo. Un tabú para muchos, sí, pero uno que afecta a la sociedad en su conjunto, de formas mucho más profundas de las que podrían imaginarse. Pregunten a los autores de sus canciones favoritas, de sus cuadros o películas preferidas. Lo más normal es que todos ellos hayan visto y consumido porno en muchos momentos. Y no serán pocos los que, en confianza, admitirán que también es una fuente de inspiración, tanto a nivel estético como a nivel simbólico. El porno se atreve a explorar el placer de una manera cruda y directa, una vía que parece perderse en los últimos tiempos, entre tanta sutileza y corrección. El porno también ha influido en la cultura popular, y en este artículo vamos a analizar dicha influencia desde distintos puntos de vista.
Un tabú cada vez más normalizado
El cine pornográfico sigue siendo a día de hoy un tema del que no se habla en público. De hecho, cuando se abre un debate sobre él, normalmente es para tacharlo de nocivo, o utilizarlo como cabeza de turco para constatar ciertas teorías sesgadas. La pornografía ha existido desde siempre, de una manera u otra, pero como todo desde la llegada de Internet, parece que el porno ahora se ha hecho omnipresente. Vivimos en la era en la que tenemos más acceso a la información, al ocio y al entretenimiento, incluyendo este tipo de contenidos eróticos y explícitos. Esto ha provocado que cada vez sea más normal hablar de porno, y ese tabú se esté perdiendo. No tanto por el reconocimiento de que se ve este tipo de contenido, sino por la influencia tan clara que está teniendo en la vida de sus consumidores. Especialmente en los más jóvenes, que normalizan por completo las actitudes que ven en las escenas porno, algo que sí que puede llegar a ser preocupante.
Contra la censura de la moral
Debemos entender, antes que nada, que el porno no deja de ser cine. Explícito, sí, pero cine al fin y al cabo, con la parte de ficción que eso conlleva. Cuando vemos este tipo de escenas sabemos que estamos asistiendo a un show. Es un espectáculo, realizado por personas preparadas para ello. Los actores y actrices son profesionales del placer y están entrenados para ofrecer lo mejor de sí mismos en la cama. Es una fantasía llevada a su máxima expresión para excitar al espectador. Esa es su única misión. Sin embargo, el cine porno ya nace con ese aura de malditismo porque se enfrente a la moral que siempre nos ha dicho que el sexo es algo sucio. Los actores y actrices tienen sexo entre ellos sin que medie ninguna relación, y eso es algo que, a ojos de la moral, corresponde a un claro ejemplo de lujuria.
El porno ha sido y sigue siendo censurado en muchos ámbitos, también por una razón muy sencilla: no se debe exponer a los menores a este tipo de escenas. La influencia sexual que puede tener el porno en edades tempranas, todavía no formadas, es devastadora. Sin embargo, esa opción se está diluyendo en tanto que hoy en día los jóvenes ya tienen acceso a cualquier cosa que deseen, gracias a Internet. La censura se puede llevar a cabo en el ámbito social, pero en la intimidad, cualquiera puede acceder a este tipo de contenido sin cortapisas. En su momento, esto supuso una punta de lanza para la rebeldía, como lo era también la música rock o la propia transgresión en el arte. Censurar algo lo convierte en atractivo para aquellos que quieren rebelarse contra el sistema.
Sexualización de la cultura
La cultura hoy día está más sexualizada que nunca, aunque de una manera demasiado obvia y patente. No hay más que observar los videoclips de las artistas del momento para darnos cuenta. No es el erotismo glamouroso de Madonna o Rihanna, hace unos años. Es algo mucho más explícito, pero a la vez, todavía dentro del erotismo. La sexualización viene dada por una normalización de ese tipo de estructuras, tanto en la vestimenta como en el vocabulario. Las letras de las canciones de los géneros de moda son tremendamente explícitas, casi como en un juego para ver quién lanza el verso más arrollador. Lo mismo ocurre con el cine o con las series de televisión. Es muy habitual encontrar hoy día escenas de cama muy morbosas en series comerciales, aunque sin llegar a ser totalmente explícitas.
La influencia de la pornografía en productos como Euphoria o The Idol es más que evidente. Por no hablar del estilo de muchas artistas de moda, que toman directamente su influencia de actrices pornográficas, o las incluyen en sus vídeos y sesiones fotográficas. El hecho de que una actriz como Mia Khalifa pueda llegar a ser toda una celebridad a nivel mundial, más allá de sus escenas, la convierte en un icono cultural. Lo mismo ocurre con actores como Rocco Sifredi o Nacho Vidal. Han trascendido su carácter de estrellas del porno para convertirse en influencers dentro de este nuevo mundo de redes sociales. Se hacen series sobre sus vidas, documentales, películas…
El libro Porno y Cultura, imprescindible
En el año 2016, la editorial Prometeo, afincada en Buenos Aires, publica el libro Porno Cultura: un viaje al fondo de la carne. Escrito por los especialistas Vicenzo Susca y Claudia Atimonelli, el ensayo trata en profundidad esa influencia necesaria de la pornografía en la cultura popular. Cómo la cultura también ha bebido del porno, de la misma forma que la pornografía se ha visto influenciada por la propia cultura en muchos aspectos. El trasvase del porno tradicional a las nuevas formas de erotismo explícito que se dan hoy en día, adaptadas a los tiempos, a la tecnología y a los nuevos formatos. Un ensayo imprescindible para entender la verdadera magnitud del fenómeno de sexualización de la cultura y la sociedad en nuestros tiempos.